Letra de Desde mi tumba
En la punta de los dedos
te sentí poco después del primer llanto,
como una luz inalcanzable en mi película infantil, sufrí tu encanto.
Pero las huellas de tu esencia,
se perdieron fugazmente en aquel día
en que mis límites crecieron tras los muros de una triste guardería.
Sin más tardar, salté la valla
y perseguí tus escondrijos sin acierto,
ya que la vida me hostigó y me maltrató tanto que al fin no me dio tiempo.
No, no me dió tiempo...
Luego creí que estabas cerca,
y nuevamente me propuse dar contigo,
pero vinieron con sus normas, sus absurdos protocolos y castigos.
Y me impusieron la rutina,
con los hábitos de estudio y los quehaceres,
y mis dientes se cayeron y mis tardes se llenaron de deberes.
Así pues una vez más,
aún siendo el eco de mis breves pensamientos,
los avatares de la vida me pesaron demasiado y no dio tiempo.
No, no dió tiempo...
Una mañana abrí los ojos,
y te vi tras la ventana de mi mente,
me levanté y corrí derecho a abrir mi pecho para ser tu confidente.
Pero las prisas siempre fueron
persistentes enemigas de la suerte,
y así seguí siendo un esclavo bajo el yugo de lo yermo y de lo inerte.
Llegaron leyes y prejuicios,
el alcohol, la rebeldía, el retraimiento.
Le di mis besos, me escupió, sufrí el acné, me salió pelo y no dio tiempo.
No, no dió tiempo...
Conocí pronto a las ideas,
y con ellas otra vez seguí tus pasos.
Creí ganarle la batalla a las cadenas que me ataban al fracaso.
Pero resulta que las ideas
son traicioneras, opresivas y embusteras.
Me pusieron aún más normas, me acosaron con discursos y banderas.
Me tapiaron los oídos.
Me tiraron a los ojos un ungüento.
Me metieron calcetines en la boca, me perdí y no me dio tiempo.
No, no me dió tiempo...
Poco después, me reanimaste
con el rastro inconfundible de tu aliento,
y las ideas al fin fueron dominadas por el libre pensamiento.
Y me esforcé por encontrarte.
Estuve a punto de agarrarte por el cuello,
pero me dieron un empleo, tuve un hijo, me casé, y perdí el cabello.
Y me agoté y me fui a la cama,
y la barriga comenzó a invadir mi cuerpo.
Me puse gafas, me quejé de los dolores en mi espalda y no dio tiempo.
No, no dió tiempo...
Y por fin, al jubilarme,
empleé mi tiempo libre en atraparte.
Te tuve cerca y mucho más de lo que alguna vez sentí tenerte antes.
Pero la tele me absorbía
y abusaba del alcohol y del reposo.
Y mi mujer pidió el divorcio, y me vi solo con mi llanto quejumbroso.
Así pues, caí enfermo
Y me di cuenta de mis tristes argumentos.
La retahíla que empleaba como excusa para andar perdiendo el tiempo.
No, perdiendo el tiempo...
Al final, mientras moría,
te acercaste a la camilla en que yacía,
y me diste una verdad que ciertamente ahora llegaba algo tardía.
Me dijiste: Soy tú mismo,
y aquí estuve, como ves, siempre a tu lado,
pero tú me rechazaste al aceptar un porvenir prefabricado.
Hoy por hoy, desde mi tumba,
ya no sé lo que buscaba, no me acuerdo.
Sólo sé que ya es muy tarde
y que ahora sí que sé de cierto que no hay tiempo.
No, ya no hay tiempo...